Sostenibilidad y sentido común, la tragedia de los bienes comunes
Por Rodolfo Tarraubella, Presidente Fund. EcoConciencia.
Pareciera que la máxima bíblica, “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” ha calado hondo, y si no es así, no lo consideramos un bien valorizable.
Los bienes comunes son aquellos como el aire, el agua, los mares, los bosques, la biodiversidad, los paisajes, que en economía son denominados “bienes súper abundantes”, y se enseña en las universidades, que no son susceptibles de valor comercial. Pero entonces, ¿para qué sirven? Ni más ni menos que para vivir, son imprescindibles para que podamos tener vida. Y por no haber sido resultado del “sudor de la frente” pareciera que no se valoran, no se los considera.
¿Es cierto que estos bienes siguen siendo superabundantes? Prácticamente todos los ríos de la tierra tienen algún grado de contaminación, del mismo modo puede decirse del aire de las ciudades con altísimos grados de contenido de material particulado que afecta directamente a los pulmones. Pero observamos la calidad del agua que tomamos, comprando la misma envasada en el supermercado, o filtrándola en casa, porque el promedio de 2 litros de agua que tomamos por día, debe ser de buena calidad. Pero no nos preguntamos por los 10.000 litros de aire que tomamos por día, si son de buena calidad. Como vemos, el sentido común sufre la misma tragedia que los bienes comunes.
Como ocurre con las infraestructuras, que necesitan un mantenimiento porque sino se degradan, la infraestructura de las infraestructuras también lo necesita. La naturaleza es la infraestructura de las infraestructuras, donde se apoya el resto para desarrollarse, sin embargo, no es considerada al momento de hacer costos. Muchos miles de años considerándola un bien gratuito, considerándola esclava del hombre, que decir que debemos pagar para su mantenimiento y restauración, pareciera un pecado.
El desafío de blindar la sostenibilidad con rentabilidad
Se viene considerando a la práctica de la sostenibilidad empresaria, como una acción que generará más reputación y mejorará la valoración de la marca. Pero no se trabaja la práctica sostenible con el concepto de BLINDAR LA SOSTENIBILIDAD CON RENTABILIDAD. O sea que la sostenibilidad misma, sea fuente de renta. Allí está el desafío.
Y para completar este desafío, debemos cuantificar los servicios ecosistémicos, aquellos que nos da la naturaleza. De este modo, va a ser más rentable cuidar qué talar, porque se pagaría el servicio que brinda el bosque como el cuidado de las cuencas hídricas, la biodiversidad, la captura de dióxido de carbono, la regulación de la temperatura, la regulación de las inundaciones, entre otras.
Al balance que se entrega para un análisis de riesgo, se le puede agregar un balance sostenible que cuantifique el uso de servicios ecosistémicos y cómo afectaría al mismo.
Pero, algo se está gestando: varias iniciativas comenzaron a tomar forma para evaluar el riesgo económico de la pérdida de la biodiversidad, y hoy 700 empresas financieras internacionales de las más importantes firmas del mundo, se juntaron en www.tnfd.global , el grupo de trabajo independiente para la divulgación de las finanzas en relación a la naturaleza y para evaluar el riesgo del capital ante la pérdida o degradación de la biodiversidad, y su dependencia con la actividad económica.
Y en la bolsa de Nueva York, están gestándose las NACs, Natural Asset Companies, para producir y vender servicios ecosistémicos al mercado. No todo está perdido, señores…